En los últimos 50 años, la evolución de la ganadería en Europa ha estado sujeta fundamentalmente a 4 factores:
- El desarrollo tecnológico de la propia actividad: sistemas de producción, instalaciones ganaderas, sistemas de manejo, mejora genética, alimentación, tratamientos sanitarios, etc…
- Los canales de distribución y comercialización: la mejora en las comunicaciones y medios de transporte suponen en teoría una mayor facilidad para sacar la producción al mercado.
- El desarrollo de la sociedad de Bienestar: aumento de la renta, diversificación de la cesta de la compra, mejora de las condiciones de trabajo, etc…
- La globalización de los mercados: en un principio, esto haría suponer que los productores más eficientes serían más competitivos y tendrían en su mano ampliar su negocio.
Todo ello nos haría pensar que los agricultores y ganaderos europeos son los que mejor se pueden ganar la vida del planeta. Sin embargo, muchos de nuestros agricultores y sobretodo ganaderos están arruinados. ¿Por qué?
Con el desarrollo tecnológico de la actividad, se ha conseguido probablemente la Agricultura y Ganadería más eficiente y productiva del mundo. Este aspecto tiene una especial relevancia en aquellas agriculturas y ganaderías intensivas, pero la agricultura de secano y la ganadería extensiva no se han visto muy beneficiadas particularmente. Es más, probablemente, por suerte o por desgracia, con la mejora genética se han conseguido especies y razas más precoces y productivas que han desplazado a otras autóctonas más rusticas y menos exigentes, con lo que muchas de estas razas están en peligro de extinción, suponiendo con ello una pérdida de biodiversidad preocupante.
En cuanto a los canales de distribución y comercialización, también cabría decir que deberían haber supuesto una ayuda a los productores, sin embargo, observando la evolución de precios pagados a los productos y del coste de los insumos, es evidente que no ha sido así. Mientras que el precio pagado al productor no ha variado en los últimos 20 años, los costes de los insumos han aumentado enormemente. Y mientras el consumidor final sí que asume el incremento de costes, el productor no lo recibe. Esto supone un gravísimo problema para los productores.
Como decíamos, al hablar de las motivaciones para la creación de AECUS, cuando a un productor se le paga por debajo de costes, mientras que el consumidor final paga por ese mismo producto un 300% más caro que el precio pagado al productor.
El problema no es que el productor no sea competitivo o que sus productos no sean de calidad.
En esto, la legislación tiene mucha culpa. Por ejemplo, para que una persona se dé de alta como ganadero, el papeleo y los requisitos son tales, que le puede llevar varios años poner en marcha la explotación. Sin embargo, el que quiera dedicarse a la especulación, simplemente rellenando un único papel y presentándolo en la oficina correspondiente, ya está dado de alta como distribuidor de alimentos sin depósito y puede empezar a comprar y a vender ese mismo día.
Otro ejemplo. Antiguamente casi todos los pueblos tenían su matadero, sin embargo, debido a una directiva comunitaria, se tuvieron que cerrar casi todos y ahora todos los ganaderos tienen que llevar sus animales a unos pocos mataderos, mucho más distantes de las explotaciones (incluso 400 km) Esto obliga a vender el lote de animales que están listos para el sacrificio a un tratante que, cuando ha llenado el camión con animales comprados a un ventajoso precio, ya le compensa hacer el viaje hasta el matadero. Una vez allí, la mayoría no va a ir a por tus canales. Y el matadero no puede dedicarse a ir vendiendo canal por canal, necesita de mayoristas que le saque rápidamente la producción para no colapsar la cadena de producción. Por tanto, se facilita con ello que sea un mayorista el que le page al matadero para quedarse con grandes lotes de canales que a su vez son trasladadas a los centros de distribución y de allí a las carnicerías.
En tercer lugar, el desarrollo de la sociedad de bienestar, nos ha traído logros sociales a los que nadie queremos renunciar, pero ello conlleva unos costes inevitables, así los ganaderos, como cualquier otro emprendedor, tiene que cumplir con:
- Una fiscalidad.
- Unos periodos vacacionales, jornadas laborales, días festivos, etc..
- Un salario mínimo.
- El mantenimiento del Sistema Sanitario y de pensiones.
- Las normas de seguridad e higiene en el trabajo. Etc,…
Todo lo cual supone un incremento en los costes de producción con respecto a otros países en los que no se exigen.
En cuarto lugar, la globalización de los mercados tiene una influencia determinante en las políticas de comercio internacional y fruto de ello, a los agricultores y ganaderos les afecta directamente a través de la Política Agraria Comunitaria (PAC) la cual tampoco es ajena al clamor popular de los ciudadanos europeos y los intereses políticos internos. En este sentido, agricultores y ganaderos europeos se ven “obligados”, si quieren recibir ayudas económicas de la PAC y no ser sancionados por la legislación, a:
- Cumplir con unas normas de bienestar animal.
- No utilizar ciertos fertilizantes y fitosanitarios.
- No dar de comer a nuestros animales cualquier cosa.
- No manipular genéticamente animales ni plantas.
- Realizar las labores culturales de una determinada forma, etc..
Sin embargo, todo esto no se exige a los agricultores y ganaderos extracomunitarios y se permite la entrada de importaciones de alimentos sin aplicar ninguna clase de arancel a sabiendas de que muchos, no sólo no cumplen con esas exigencias sino que además, pueden ser producidos en condiciones de explotación infantil y de explotación de la mujer, por no nombrar otras desgracias.
En definitiva, la sociedad europea quiere que sus agricultores y ganaderos sigan viviendo en el campo y que conserven el medio ambiente y la biodiversidad (greening) y además, que NO se dediquen a intensificar las explotaciones (con la nueva PAC los cebaderos de terneros, corderos, cerdos, etc.. dejarán de recibir las ayudas que hasta ahora habían venido percibiendo) Ante esta situación sólo se propone que se generen productos de máxima calidad (ecológicos) que diversifiquen las producciones y que aumenten el valor añadido de las mismas para que puedan seguir viviendo en el campo y cuidando del medio natural. Y para ello la Unión Europea está dispuesta a regalarles el 0,5 anual del PIB europeo a través de las ayudas de la PAC.
Y finalmente, en algunos casos también hay que contar con el problema del clima. El proceso de desertificación y el problema de la perdida de suelo, debería ser absolutamente prioritario para la sociedad, sin embargo, la política agraria comunitaria no parece asumir la realidad diversa dentro de la UE y con sus incentivos económicos agrava la situación. Sin duda, la España seca no tiene nada que ver con el resto de la Europa húmeda. Muchas fincas donde se han venido realizando cultivos de secano, serían mucho más productivas a la larga, si se transformaran en pastos permanentes, siempre con cubierta vegetal pastoreada adecuadamente. Sin embargo, hasta la fecha, el hecho de recibir ayudas por sembrar y cosechar cereales y leguminosas invitaba a mantener este tipo de manejo del suelo en lugar de convertirlos en pastos permanentes.
La solución a esta situación sin duda es compleja y probablemente no sólo dependa de decisiones políticas. Pero, en cualquier caso, como los ganaderos sigan cerrando sus explotaciones, todo el sistema se vendrá abajo, salvo que solamente sobrevivan unos pocos ganaderos que aglutinen toda la cabaña ganadera. Quizás eso sea lo que se pretende manteniendo la actual normativa sin grandes cambios.
Es absolutamente imprescindible que al ganadero le resulte económicamente rentable su actividad. De lo contrario, el abandono rural y el éxodo a la ciudad, no se podrá revertir y se agravará el deterioro del medio natural, el colapso de las ciudades y en último lugar, la pérdida de unos productores primarios que, en el hipotético caso de un conflicto internacional, serían necesarios para garantizar el autoabastecimiento de alimentos.
No obstante, cuando el consumidor final está pagando un 300% más caro el producto de lo que se le paga al productor, seguro que se puede encontrar una solución.
En el caso de las ganaderías cinegéticas esa solución es mucho más sencilla. Al estar permitido que los animales sean sacrificados en la propia explotación, como no puede ser de otra forma, el productor de momento, ya se ha quitado de encima los gastos de transporte al matadero, de sacrificio y maquila de los animales. Además, si la legislación nacional no impone mayores limitaciones a las ya impuestas por el Reglamento CE 853/2004 [i], que es la que regula los requisitos sanitarios para la instalación de salas de despiece, los propios productores no tendrán muchos problemas en instalar salas de despiece en sus propias explotaciones y así poder transformar las canales en producto para el consumo directo por el consumidor final. Con todo ello, se facilita enormemente que el productor alcance a percibir el 100% del precio pagado por el consumidor. Lo cual podría garantizar la rentabilidad económica para los ganaderos y criadores de especies cinegéticas.
Por todo lo dicho, la ganadería cinegética comercial, tanto a través de cotos de caza como de granjas cinegéticas, podría ser una gran solución para el sector ganadero en España, si cuenta con la reglamentación adecuada y una pequeña ayuda para su puesta en marcha.